Dentro de todo este panorama de convivencia multicultural
entran aquellas “barras raciales” que afrentan la dignidad humana básica y una
violación de los derechos humanos. Las personas con sentimientos humanos, los tratados internacionales,
los humanistas, etc. Tratan de terminar con el racismo, una desafortunada
creencia cultural que trasciende en una actitud social que afirma que gente de
diferentes grupos humanos de diferencia en valor, existe estatus con
diferencias sociales, intelectuales de un grupo en relación a otros.
En resumen se ha tarando de
reflejar una realidad muy compleja
que presenta grandes
problemas y retos y que
exige respuesta inmediatas, la magnitud del desafío que el globalismo nos
plantea es tal que las ideas
mismas de democracia ciudadanía,
igualdad y libertad tan centrales para nuestra concepción de la sociedad y de
la política están siendo cuestionadas.
El horizonte de una economía libre de trabas que extiende su
flujo a todo el planeta sin oposición o control se abre ante nuestros ojos.
Ahora bien el neoliberalismo ha inspirado gran parte de las políticas que se han llevado a cabo en el mundo a
partir de la década de 1980. Los conceptos de liberación, privatización, etc..
se han convertido en parte esencial de la ortodoxia económica política, en
parte por la presión de los flujos de capitales de empresas trasnacionales, por
las casa resistencia o por la entrega voluntaria e incluso abnegada de la clase
política a los nuevos ideales. Muchos gobiernos comenzaron a aplicar este
pensamiento único, el mercado remplazó a la política y a los derechos sociales,
la ciudadanía pasaron en un segundo plano, los costosos logros de los años del
pacto keynesiano posteriores a la segunda guerra mundial, con la extensión del
estado de bienestar empezaron a
desmoronarse. El escenario resultante fue bautizado con el término
“globalización” o dicho de otro modo expansión mundial de la ideología
económica neoliberal.
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